jueves, 3 de noviembre de 2016

Florentes

Por cuantas manos fervientes abrieron heridas en la roca,
por cuantas frentes sudorosas dieron bebida a la simiente,
por cuantos ojos presos miraron, como se mira la rosa floreciente,
quebraron tantos otros besos al sentir las espinas en su boca.

Espinas. Espinas por una corona, por el título que otorga.
Se compra sin orgullo, se da a quien lo vende
allende el murmullo, a quien ora la palma extiende,
a quien ora la rodilla hunde y huye la espada a la deshonra.

¡No! ¡Jamás! ¡Canta, oh diosa, la cólera de Aquiles!
Canta el callar enterrado vivo en la torre de Babel,
sepultado evocar, himno y ópera de laurel y fusiles.

Canta, ¡hasta que mutiles la pena cruel!
¡Hasta que mane hiel de tus venas añiles!
¡Hasta que no vaciles y olvides quien creíste ser!

Y entonces, calla.

Y cuando nades la noche de un mundo mudo; cuando la arena del reloj se seque y seas la misma sombra errante de Caín; cuando camines entre los hombres como un tigre sin leche, sin más título que las cenizas de una rosa, repítete una y mil veces: «mereció la pena».

Fuente: http://cheesecakeftw.deviantart.com/art/Half-Dead-Rose-201582747



miércoles, 24 de agosto de 2016

Hominis

¿Qué es el Hombre sino hambre de nombre?
¿Qué busca el Hombre sino raigambre en la cumbre?
Tener la certidumbre de no ser un calambre en el tiempo,
de hallar lumbre en la sombra del tiempo.
De hacer del tiempo escombro, herrumbre.
¿Qué es el Hombre? La podredumbre de lo muerto.


domingo, 24 de julio de 2016

Relato corto: Sin telón, ni dios, ni máquina

El hombre echa un rápido vistazo a su reloj de pulsera. «Las tres menos veinte. Joder, llevamos casi seis horas con esto ya». Da un sorbo a su café, si es que a eso se le puede llamar café, que hace medio interrogatorio que se ha quedado frío. «Este cabrón me va a dar la noche. Mi mujer me va a matar por llegar tarde otra vez. Y encima esto sabe a mierda»

La oscura habitación cada vez le parece más pequeña. La suciedad se esconde entre los huecos de los ladrillos grises de las paredes, huyendo de la poca luz que le impide continuar su rutina a salvo de miradas extrañas. El hombre alza la vista hacia el espejo que hay en la pared de su derecha. Unos ojos cansados le devuelven la mirada desde un rostro que cada día reconoce menos. Suspira, aparta la mirada del reflejo y vuelve sus ojos a la mesa. Frente a él, sentado en una silla a la que le quedan a lo sumo dos años para jubilarse, bajo la luz parpadeante de la única bombilla de la sala, se sienta el responsable de que esta noche tampoco vaya a dormir lo que debiera. Menudo mesecito. El detenido viste el uniforme de gala de la prisión: mono demasiado grande, barba de tres días, esposas y ojo morado marca de la casa.

- Volvamos a intentarlo, ¿quieres?

- Lo que usted diga, agente.


El oficial pasa por alto el matiz irónico en el que ha ido envuelta la última palabra.


- Veamos, Prometeo. Los delitos de los que se te acusa son muy graves. Allanamiento, resistencia a la autoridad, ataque a la misma, daño de una propiedad estatal, robo al Régimen. Traición. Te puede caer una buena, ¿lo entiendes?

- Gajes del oficio. Agente.


La respuesta, igual que las anteriores, parece la propia de quien contesta a una llamada publicitaria o comenta el tiempo en un ascensor. Seis horas de interrogatorio, sin comida ni bebida, y el tipo mantiene la misma actitud que al principio. De hecho, parece que se lo está pasando hasta bien. «Pues si se cree que esto es una broma lo lleva claro».


- Mira, no sé qué coño crees que está pasando pero te lo voy a aclarar. Te van a mandar al puto Hades, ¿me entiendes? Ese sitio es un infierno. Y ahí no va a estar tu mamaíta para hacerte la comida o darte un beso de buenas noches. No. Un agujero en el que apenas se vislumbra un rayo de luz, con un suelo que arde eternamente, ríos por los que corre un agua que, cuando no te abrasa la garganta, hace que te olvides de quién coño eres. Y en sus sótanos, el Tártaro. ¿Alguna vez has visto el Tártaro, chico? Los muros de piedra se hunden hasta las profundidades del propio mundo y lo único que escapa de él son los lamentos de los pobres diablos que han acabo ahí. Eso es lo que te espera. Robar el fuego al mismísimo Líder Zeus. ¿Pero en qué narices estabas pensando?

- Verá, el problema es precisamente ése. Que estaba pensando. Con lo raro que es eso por aquí no me extraña haber armado tanto revuelo, responde Prometeo con una sonrisa burlona.


Inútil, como hablar con la pared. El hombre se levanta y va hacia su chaqueta, colgada al lado de la puerta. De un bolsillo saca un cigarrillo. Se vuelve hacia la mesa para sentarse mientras se palpa el pantalón en busca de su mechero pero no lo encuentra por ninguna parte.


- ¿Necesita fuego, agente?

- No te pases de listo, chico.


«Y encima, gracioso. Joven, de buena familia y gracioso. El chico tenía toda la vida resuelta y va y decide echarla a perder. Otro Ícaro más. Otra tragedia sin telón, ni dios, ni máquina. Bueno, con dios sí y precisamente por eso, tragedia. ¿Por qué coño lo habrá hecho?» El agente hace un repaso mental del informe del caso por décima vez esa noche. Veinte años en el cuerpo y nada parecido. Nadie había pirateado nunca la seguridad de las Parcas ni desafiado así al Nuevo Gobierno. «Sólo por eso ya te... En fin. Y encima se las apaña para colarse en el Tesoro, guardias de por medio, y robar el maldito fuego. ¿Y todo para qué? Para regalárselo a ellos. Ni siquiera van a saber usarlo, son como animales».

Todo el asunto envuelto en el aumento de las protestas por el endurecimiento del Régimen coincidiendo justo con el vigésimo aniversario del Derrocamiento. La última vez que hubo disturbios tan graves la cosa terminó con alzamiento popular, golpe de Estado y la limpieza de sillones de rigor. «Pero claro, eran otros tiempos. Cronos se tiene que estar partiendo de risa viendo como su hijo no llega a la mesa desde la silla de su padre. Siempre se ha sabido que no hay mayor dictador que el Tiempo mismo». Y tras dos décadas la historia se repetía. Salvo que está vez el Líder no tenía pensado probar su propia medicina. «Mierda, yo que tú no sonreiría tanto. Van a hacer de ti un ejemplo y créeme, se van a asegurar de que la gente no lo olvide».

El oficial se pasa la mano por detrás de la cabeza. Se siente cansado, muy cansado. Carga veinte años de más encima. Esa es la verdadera pensión que se ha ganado. «Y ésta no la recortarán». Finalmente, sin apartar la vista de sus papeles, susurra:

-¿Por qué?


Prometeo le mira confundido.


-¿Por qué, qué?


-¿Por qué a los Hombres?, responde el inspector clavando su mirada en los ojos del muchacho. Ahora, sin embargo, es el otro el que tiene la vista perdida, muy lejos de aquel sótano de luz fosforescente.

-Porque son como nosotros. Bueno, no. Porque pueden llegar a ser como nosotros... como nosotros deberíamos haber sido. Tanto bronce, altar, tanto honor de púrpura... Llevamos mucho tiempo sin bajar al mundo, encerrados en nuestros palacios en las nubes, retozando en nuestra propia y ambrosíaca mierda. Si al menos... Somos como esas estatuas sin brazos. Bonitas pero olímpicamente inútiles. Al viejo mármol sólo le queda quebrarse. Los nuevos dioses serán de barro. La vieja piedra se ha consumido en su propio fuego; quizá el blando barro se alimente de él y se fortalezca, concluye Prometeo. 

- El barro endurecido es frágil. 

- El barro siempre será barro. Una vez roto puede volver a fundirse. Pedazos ad partum.

El inspector no responde. Finge que ordena los papeles, agarra su chaqueta y sale de la habitación. Otro agente vigila a Prometeo a través del falso espejo. El preso mira exactamente en su dirección, como si pudiese verle desde el otro lado. «Quizá sea el menos ciego de los que estamos aquí». El hombre suspira, menea la cabeza y sube los tres pisos de escaleras para salir a la calle. Qué va a saber él de abrir los ojos; en los tiempos que corren su trabajo consiste más bien en cerrarlos. Al cruzar la puerta saluda con la cabeza al portero de la comisaría. Se lleva un cigarrillo a la boca. Hace frío, piensa mientras ve pasar un camión de la basura. Sus dedos palpan el pantalón. Nada.

*



jueves, 30 de junio de 2016

Anuncios por palabras

En el periódico del ayer la tinta se descose.
Las palabras se marchitan, se las lleva el viento
a la ermita del olvido a que el silencio las despose.
Hace un día buscaban: ojos con que ver,
bocas con que hablar, personas donde yacer.
Hace un día buscaban; hoy las busco y no las encuentro.


Adán busca Eva soltera con pecado y sin jardín,
que firme con carmín la marca de Caín en su pasado.

Se busca en el atrezo de este triste vodevil 
un oxidado corazón para el hombre de hojalata
que no duela mientras dure, que cure mientras lata.
Que aún sepa nadar en sangre, en polvo mojado. 

El Conejo de Alicia busca cinco minutos para llegar tarde,
un París que arde busca sobrevivir en un poeta,
siete vidas con vértigo buscan tejado que las salve.
Se busca nostalgia para un futuro que no va a llegar
y la sola sirena de ambulancia busca Ulises con quien huir al mar
y, como la espuma de la ola, desertar en alguna isla desierta.

Fausto busca alma que vender por un secreto,
boca busca lengua en calma bajo la torre de Babel
bajo el jazmín, el clavel y los sonetos.
Urge una condena para el deseo infiel con la pestaña,
doble de escena para el Teseo sin el cordel de Ariadna
perdido en el laberinto sin salida de su piel.

Estrella pregunta por piso en un cielo extranjero
Le han quitado el trabajo las luces de neón 
y  con deseos fugaces no se tapan agujeros.
Zaragoza despierta con un pájaro de menos.
Una lágrima de más se ahoga en el Ebro;
la estatua de Goya llora por su gorrión.

Hace un día buscaban: ojos con que ver,
bocas con que hablar, personas donde yacer.
Hace un día buscaban; hoy las busco y no las encuentro.
Fueron trenes sin estación, estaciones sin primavera,
miradas sin contestación, manchas de café en la encimera.
Anuncios por palabras en el periódico del ayer.



sábado, 23 de abril de 2016

13:11

Cuando era niño, hablaba como niño,
pensaba como niño, juzgaba como niño;
pero cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.

Cuando era niño inventé mi propio reino de mentira,
con sus baldosas amarillas y un columpio de corcel.
Pero cuando ya fui hombre mi reino estaba pintado,
baldosas de vidrios y colillas, mi corcel dormía oxidado.

Cuando era niño creía en cuentos de hada,
en estrellas fugaces, en dientes bajo la almohada.
Pero cuando ya fui hombre desperté en Nunca Jamás de los Jamases.
El ratoncito Pérez bajo llave: allanamiento de morada.

Cuando era niño la palabra era sencilla:
una promesa, una promesa; una mentira, una mentira.
Pero cuando ya fui hombre el mundo me dijo atiende:
IRPF, valor catastral, recesión, IVA, déficit fiscal, devolución en caliente.

Cuando era niño no existía el tiempo.
El futuro y el pasado se fundían en el mismo aliento.
Pero cuando ya fui hombre conocí el calendario y su condena.
¿Cuántas cuentas le quedan al rosario? ¿Cuántos granos de arena?

Cuando era niño y el ruido de Madrid se hacía susurro
y miraba arriba, a lo oscuro, veía la luna.
Paro cuando ya fui hombre 
          y el parque no era mi parque,
                    y los sueños eran para estúpidos
                              y no entendía al mundo
                                       y el tiempo era agua entre mis dedos
                                                y, asustado, todo a mi alrededor era oscuro

miraba hacia arriba.

Y ella me devolvía un guiño.
Y por un instante, dejaba de ser hombre y volvía a ser niño.

lunes, 21 de marzo de 2016

Línea recta

Lo primero, deja que te cuente tres cosas:
la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta,
el peso atómico del vanadio es 50.942
y las verdades matemáticamente absolutas no sirven
para enjugar un alma a las dos de la mañana.


Titular: Poeta borracho toca fondo.
"En un arrebato, la perfección de la métrica
mata a la belleza de la metáfora en el piso que ambas compartían.
Tres versos huérfanos."

Elegía a la sinrazón, a la obscena imaginación
desnuda de lógica y retales de lo apolíneo.
Esta noche bailamos con Dionisos. 
Vals en dos movimientos:
el orden de la araña, el caos de la mosca.

Ofelia, al final fuiste la chica más cuerda del baile.
Por favor, aunque sea sólo esta noche,
no olvides mis pecados.
Toda cara necesita su cruz 
y esta noche se apuesta en confesiones.

No busques en mí un nosotros de escaparate.
No busques columnas de granito,
compras de la mano,
tardes de domingo,
meses de abril.

Quien lo probó lo sabe.

Yo amo como escribo: 
con la voluntad del suicida por contrato,
con vencimientos de plazos, con responsabilidad penal.
Porque da igual lo bueno que sea el verso,
lo trasverso de la rima o la imagen en el reverso.
Tarde o temprano, a los tres puntos suspensivos
siempre les sigue un punto final.


Ah, has de saber una última cosa:
la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta
y yo siempre me mato en las curvas.








viernes, 18 de marzo de 2016

Uno

Y vosotros, hijos, regresaréis a vuestra madre.
Y tú, madre, aceptarás a tus hijos.
Y ya no habrá techo ni fruto ni hambre.
Y será el final como el principio.

viernes, 1 de enero de 2016

Aforismo I

¿Qué contemplan las estatuas?, pregunté al silencio.
La brevedad de lo eterno, me respondió el tiempo.